El incómodo mal de la culebrilla
|Hay condiciones de salud que pueden ser en extremo incomodas. La culebrilla o herpes zóster es una de ellas y la misma implica un mayor riesgo cuando se tiene edad madura. Su tratamiento y prevención tiene algunas peculiaridades, así como las implicaciones reales para la salud del organismo en general. Incluso, en relación a ella se ha tejido toda una mitología que no siempre es real. ¿Ya habías escuchado hablar de esta patología tan desagradable? ¿Te habían comentado en relación a los mitos sobre ella? A continuación toda la verdad sobre este mal.
Esta enfermedad es una secuela del peligroso padecimiento conocido como varicela y que ataca a un cierto porcentaje de la población humana.
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Se le conoce con el nombre científico de herpes zóster y su naturaleza es viral.
Asimismo, recibe en ocasiones el nombre de “El Fuego de san Antonio”, debido a las formaciones que aparecen en la piel producto de la erupción.
La naturaleza de la condición es de índole neuropático y se presenta con gran molestia para quienes la sufren.
Esta enfermedad puede tener un período de latencia hasta hacer su aparición luego de algunos años.
La primera condición para que se dé la culebrilla es haber padecido la varicela. No obstante, haber tenido dicha enfermedad no es garantía de que se manifestará el herpes zóster, aunque si hay una probabilidad.
El tipo de síntomas que principalmente aparecen son unas erupciones bastante dolorosas.
Además, el mal afecta primordialmente al sistema nervioso periférico. Las ampollas presentan una geometría de anillo y por esa razón recibe el nombre de culebrilla.
La sensación suele ser bastante dolorosa y se han dado casos, en especial en zonas de Latinoamérica, de personas que buscan ayuda de corte mágico religioso.
Este mal incluso puede llevar a complicaciones mayores, como por ejemplo parálisis motoras.
Adicionalmente, hay más probabilidad de que la condición se manifieste cuando el sistema inmune esta suprimido o es débil.
El diagnostico suele ser muy fácil debido al tipo de erupción tan característica. De igual modo, la distribución geográfica de la enfermedad tiene amplitud mundial y la incidencia varía según la edad.
Es importante señalar que a más madurez existe una mayor probabilidad de que se generen los síntomas típicos del padecimiento.
Adicionalmente, el cuadro clínico incluye en su primera fase poderosas cefaleas, así como también fiebre y malestar general. Además, se pueden presentar cólicos y alguna situación de índole renal.
Posteriormente, entre 12 y 24 horas luego de la primera fase, aparece un nuevo estadio de la enfermedad que incluye el clásico sarpullido en la piel.
Las zonas afectadas son principalmente el tórax, al igual que la región de la cara, donde se puede producir complicaciones ulteriores.
En cuanto al tratamiento de esta dolencia, es importante señalar que no existe cura para la misma que implique la eliminación del virus que la causa.
Sin embargo, hay formas de palear el malestar. Pueden utilizarse analgésicos, al igual que antivirales que actúan en la línea de aminorar los síntomas.
Adicionalmente, se pueden usar esteroides y ciertos remedios caseros del estilo de los té de hierba mora, así como evitar el stress. Finalmente, existe una vacuna pero su uso apenas comienza y sólo ha sido utilizada en aquellos sectores de mayor riesgo.